miércoles, 31 de octubre de 2012

TRAVESURAS DE MONASTERIO

Llego a la histórica ciudad de Münster, Westfalia, justamente un año después de la exitosa presentación de mi libro Coctel Selva Negra organizada por un comité de distinguidas damas de la localidad. Gracias a ellas, surgieron contactos muy buenos y es así como una vez más me encuentro frente al ayuntamiento de la antigua Monasterio, donde se firmó la paz de 1648. En esta ocasión vengo respaldado por una organización más sólida y mi misión es compartir con el público sobre la experiencia del choque cultural de latinos que llegan a Alemania.

Jubiloso, tomo nota de que el escenario de la conferencia será el mismo de la recordada lectura de hace un año. En aquella ocasión, contando con sala llena, tenía apenas un par de libros disponibles. Esta vez vengo mucho mejor equipado. Pero la vida está llena de ironía y, llegada la hora del evento, resulta que tenemos más libros que público. ¿Qué pasó? No lo sé. Mis amigas me consuelan con una entretenida velada con pizza y vino. Una de ellas, solidaria vecina del Alto Perú, me compra un libro para que por lo menos tenga tres ventas esa noche. También les regalo uno a cada uno de los simpáticos chicos que ayudaron a acondicionar la sala para no tener que regresar a casa cargando con todo el bulto.

Antes de despedirme de la vieja Monasterio, recorro sus mercados, sus callecitas medievales y, en una de ellas, una sonriente oriental me ofrece un volante. Pensando que se trata de propaganda mística del Falun Gong, estoy a punto de deshacerme del papelito cuando caigo en la cuenta de que lo que están publicitando son masajes según la medicina tradicional china (MTC). Media hora de masaje para cuello y espalda no estaría nada mal. Lo consulto con la amable chinita y al minuto estoy en un antiséptico salón de tratamiento.

Como el servicio contratado es para cuello y espalda, no considero necesario aligerarme de toda la vestimenta y dejo puesto un discreto pantaloncillo retro. La atenta masajista me advierte que es necesario que me despoje de toda mi ropa. Serán las reglas de la MTC, pienso y obedezco. Los siguientes treinta minutos disfruto el trabajo de tan delicados y dedicados deditos orientales. Para mi sorpresa, cuando el tiempo contratado está por expirar, esos mismos deditos retiran la toalla que tan decentemente me cubría trasero y piernas para propinarme con las puntas de las uñas unas sutiles cosquillitas entre los muslos.

Amable señorita del celeste imperio, le pido por favor que retome ud. su lugar y siga ocupándose de mi cuello y espalda que es para lo que fue contratada. Obedece muy atenta, pero a los dos minutos vuelve a descorrer la toalla y retoma las cosquillitas que fomentan la circulación en las regiones equinocciales de mi anatomía. Esta vez ya no le digo nada y la dejo que siga su dudosa rutina, si para ellos el cuello llega hasta las pantorrillas, algo tendrá que ver con los meridianos, el yin y el yang, supongo.

De repente recibo la orden “¡voltealse!” ¿Qué cosa? En este estado de ebullición con seguridad que no. Con gestos unívocos de su mano derecha yendo de acá para allá, la atenta terapeuta MTC dice quererme aliviar la tensión ocasionada por sus cosquillitas. Naranjas, chinita mañosa, ¿qué es esto? Cuello y espalda es lo que pedí y no me venga ud. con aliviar tensiones y después quién sabe si me las cobra como terapia adicional, final feliz o qué sé yo. Déjeme ud. descansar cinco minutos y punto final. Hecho lo cual, pago el servicio contratado y me despido. Caminando a casa esa tarde, sonriéndome a mí mismo con picardía y cosechando miradas desconcertadas, me pregunto si por avaro no me habré perdido la oportunidad de experimentar a la Irina Palm de Monasterio. Pero con la precariedad de las ventas...

martes, 30 de octubre de 2012

NOCHES BUENAS

Pasé mi primera nochebuena alemana en un pueblo remoto de la Schwäbische Alb, donde la matriarca encerraba a todos en el vestíbulo y recién los dejaba entrar al salón cuando entonaba Ihr Kinderlein kommet, oh kommet doch all. La familia anfitriona era bastante religiosa y fueron las fiestas navideñas más católicas que he celebrado en mi vida, leyendo el nacimiento de Jesús en los evangelios, cantando villancicos alemanes... Y ciertamente cenando maravillas tanto saladas como dulces, que hasta el momento era la única cosa en común con las fiestas de casa. Por supuesto que ese año no nevó. Sacando las cuentas, de veinte navidades germanas tan solo recuerdo una verdaderamente blanca.

Mi segunda navidad alemana la pasé en la ciudad de Friburgo. Alemania acababa de reunificarse y yo me estaba comenzando a arrejuntar con Beatrix, una chica lista, de muy buen ver y relaciones familiares algo complicadas: padres divorciados que no mantenían contacto alguno entre ellos y vivían con sus nuevas parejas. Para efectos prácticos significaba que la cena de nochebuena tocaba con la madre y su marido, el almuerzo de navidad con el padre, su mujer y el hijo de ambos.

En casa de la madre, serían las siete de la noche cuando nos recibieron con un aperitivo y acto seguido se procedió a la Bescherung, el intercambio de regalos. Primer choque cultural: ¿intercambio de regalos antes de las doce? ¡Inaudito! Si todavía no ha nacido el cumpleañero ¿cómo se van a entregar los regalos?

Luego una cena deliciosa y a golpe de nueve y media ya estábamos de vuelta en casa. ¿Esa fue la nochebuena? Me quedé bastante decepcionado, ni brindis a medianoche ni pesebre sin niñojesús hasta las doce campanadas. De pequeños, mi madre nos mandaba a dormir la siesta para poder resistir hasta la medianoche o más si nos provocaba. Nunca pensé que todo podría acabar mucho más pronto.

Volvimos a casa y no había pasado ni media hora cuando nos llamó una de las amigas de Beatrix, que fuéramos al bar tal y tal en el centro a tomar algo que allí estarían todos. ¿Todos? Sí. Después de la Bescherung anticipada y la nochebuena familiar absuelta en dos horas, esto es lo que me faltaba. ¡Salir de bares! Seguramente habrá cuatro gatos, pensé, si es no-che-bue-na. ¡Qué va! Fuimos al bar de moda y efectivamente estaba repleto. ¿Pero será que no tienen familia? Pasé el resto de la noche preguntándome qué andaba mal con Alemania para la gente necesitar ir al bar en nochebuena.

Para colmo de males: todavía no existían las leyes de protección para no fumadores y volvimos a casa apestando a cigarro. El año que viene me voy a mi tierra a celebrar la navidad como dios manda. Nada de Bescherungen anticipadas ni bares hediondos.

FAUNA PEDAGÓGICA

CARLOS HAYES
Un ángel de enredadas raíces celtas y vascongadas le mostró el camino y le abrió las puertas del Nuevo Colegio a Carlos. Él, que siempre había sido reacio a ejercer la docencia frente a un público (pre)adolescente, escucha las condiciones de trabajo y hay un argumento que finalmente se lleva por tierra su resistencia: dieciséis (¡16!) semanas de vacaciones pagadas al año. Para un vago como él, la tentación es irresistible. Ya se las arreglará para trasmitir el indicativo y el subjuntivo a las nuevas generaciones de estudiantes prepúberes y púberes. Todo es nuevo: el edificio, los muebles, la constelación de colegas, los alumnos que vienen de otros colegios, los conflictos que irán surgiendo...

DESAPARECIDOS
Durante la semana previa al inicio de clases, hay un programa de introducción en el que todo el personal docente está obligado a participar. El primer día, como suele ser en equipos recién formados, comienza con una rueda de presentación en la que destaca la diversidad de orígenes, lenguas y experiencia de los colegas. Para sorpresa de más de uno, a partir del tercer día empieza a desaparecer alguno que otro flamante colaborador del Nuevo Colegio: una aguerrida profesora de la Isla Grande que probablemente chocó con su correspondiente coordinadora – las malas lenguas dicen que tiene trastornos psíquicos, un simpático y tímido maestro de otra isla más pequeña del que nunca supimos las razones que lo llevaron a rendirse antes de haber luchado la primera batalla.

FIONA (a) MISS ANEMIA
Desde las primeras palabras que pronunció al presentarse, todos supimos que detrás de la fachada seria y estricta de la espigada maestra de lenguas clásicas se escondía una mujer inteligente, aguda y con un sentido del humor fino y sutil. Por su palidez nórdica, algún gracioso la empezó a llamar Miss Anemia. Sus pupilos no conocen el aspecto lúdico de Fiona: en clase es muy estricta y se hace lo que la miss dice, punto final, amén. ¡Ay del que olvida en casa sus útiles, libros u otro material de estudio! Una amonestación de Miss Anemia y los muchachos marchan cual soldaditos. Hasta las mascotas obedecen a Fiona: sus alumnos me contaron el otro día que la miss es medio loca y le enseñó a su gato cómo hacer sus necesidades en el váter de la casa – igual que sus amos.

ISLAS EN PIE DE GUERRA
Comienzan las clases y con ellas la estrecha relación con una de las especies más peligrosa en el ámbito escolar: los padres de familia. Al tercer día, un padre se queja porque un fogoso maestro oriundo de una isla mediterránea le ha hablado en mala forma a su retoño. El director, un islandés con mucho recorrido, tres doctorados y vasta experiencia, se cita con el inculpado para aclarar el asunto. Según Giovanni, el ceñudo director le dedicaba más atención al perrito de la secretaria que al tema que venían a tratar, lo cual le da tanta rabia que termina la entrevista y se retira. Veinte minutos más tarde, retoman la conversación, pero en tan malos términos que el siciliano se despide de su breve carrera en el Nuevo Colegio llamando al director un jodido islandés hideputa. Tratan de resolver el conflicto con diversos mediadores esa misma noche, pero Giovanni no da marcha atrás y prefiere quedarse en la calle que volver a ver a quien tanto ha piropeado. El islandés, atónito con el insólito arrebato de xenofobia meridional, tendrá que conseguir un sustituto en cuestión de horas.

LA SEÑORA YVONNE
Con su piel canela y forma de ser tan cool, la señora Yvonne es la profesora más popular del Nuevo Colegio...y junto con Miss Anemia una de las más estrictas y exigentes también. Está harta de que le digan a ti te encanta el calor, tú que eres caribeña. ¡No, señores, no! Mis padres son caribeños, responde Yvonne, pero yo nací en el centro de la meseta castellana y soy tan ibérica como el pata negra. Pero eso sí, nadie ha recorrido tanto mundo como ella, viviendo en diversas islas del Caribe, el verde cocodrilo de sus ancestros, por supuesto, pero también como profesora de español en los departamentos ultramarinos de la Martinica y Guadalupe, visitando a su hermano casado en Italia o simplemente recorriendo Asia por el puro placer de ver el mundo. Por las tardes, más de una vez hemos coincidido en el cercanías de regreso a casa. Para ella son tan solo quince minutos, la mitad que para mí, pero igual los aprovechamos para ponernos al día en el acontecer escolar... y con esa fauna tenemos siempre mucho que contar.

RISITAS DE ORO
Lo primero que llama la atención de Risitas de Oro es – ¡oh sorpresa! – su sonrisa enmarcada por un paréntesis de pelo rubio y el azul de su mirada. Viene de trabajar varios años en el extranjero con la actitud y apertura típica de un expat. Tiene algo de Peter Pan, un eterno adolescente, un colibrí que va brincando de flor en flor. Apenas ha estado un momento contigo y ya está de nuevo por otro lado, con otro proyecto en las manos, siempre corriendo, siempre sonriendo. Es un agua casi gaseosa, que pasa a tu lado sin llegar a mojarte. Siempre comprensivo, siempre con ganas de echarte una mano, pero siempre demasiado apurado para hacerlo. Lo llevé a una chinganita mexicana y Risitas de Oro feliz con el ambiente poco ortodoxo – el local en cuestión es proveedor oficial de numerosos comercios de amor del barrio – pidiéndose los platillos que ya conocía de sus diversos viajes por las Américas.

MÍSTER MUCHALETRA
Es un pedazo de tío: un metro noventa y tantos de estatura, mucha presencia con su vozarrón audible en varias yardas a la redonda, currículum internacional que abarca estaciones prolongadas en penínsulas europeas, islas nórdicas, egeas e índicas. Con la madurez volvió a la carrera pedagógica que había abandonado para recorrer mundo. Su cabeza es un hervidero de inteligencia – el míster es un genio matemático y al mismo tiempo se traga un idioma tras otro como si estuviera jugando. Pero tanto cociente intelectual también tiene su lado complicado. Es un peligro darle la palabra por que Mr Muchaletra después no la suelta. ¡Y las vueltas que da antes de llegar al punto! Apenas se abrieron las comunicaciones vía intranet, comenzó a producir emilios a raudales, a veces tan largos que pocos lectores llegaban hasta el final de los mismos. En alguna ocasión se le fue la mano, mejor dicho la lengua, y tuvo que asumir las consecuencias. Desde entonces ha optado por un perfil más bajo. ¡Adelante, Míster, no hace falta que te metas al caracol, basta que dejes hablar al resto de vez en cuando!

JIMMY
Soy el más joven miembro del staff, el único cuadrúpedo y sin embargo ocupo la importante función de psicoterapeuta del Nuevo Colegio. Tengo ojos negros, el pelo rizado color antracita y hago alarde de una paciencia infinita con todas las personas que me visitan, siempre meneando la cola amablemente. Una vez fui testigo de un altercado entre el director y un siciliano fogoso, llegando el último incluso a culparme por el desenlace de la entrevista al acaparar yo, involuntariamente, la atención del ceñudo islandés. A veces me vienen a ver profesores, alumnos y me traen cositas ricas para hacerse mis amigos, como si yo fuera sobornable. Pero la verdad es que lo soy. Uno de los bípedos que me buscan siempre, empezó con unos bocaditos especiales para canes finos y desde que lo veo por la puerta de vidrio espero a ver qué me trae esta vez. Si viene con las manos vacías, que se olvide de la terapia. Acá nada es gratis.