viernes, 31 de mayo de 2013

DRIVING ME SCOTLAND 1


HELGA MCLEOD – TABACO Y WHISKY

Cuando me dijeron que mi primera vuelta a Escocia estaría conducida y guiada por la señora Helga McLeod, sospeché que detrás de aquella insólita combinación de nombre de mujer eminentemente alemán con un apellido escocés de pura cepa solo podía tratarse de una germana transplantada a tierras caledonias. No me equivoqué. Si bien hacía años que le había dado calabazas al tal McLeod, quiso conservar el apellido para acentuar su identificación con el país que la había acogido y donde se sentía plenamente integrada.

El primer encuentro cercano con la rubia cincuentona no fue muy propicio para ganar puntos: apareció media hora antes de lo acordado, como quien dice sacándonos del hotel a empujones para iniciar nuestra vuelta a Escocia en siete días. ¿Su pinta? Cara de Miss Piggie, con el cutis curtido que delata la afición a la nicotina, y una figura como el tordo, cabeza pequeña y trasero gordo.

Menuda tarea la que le había tocado a Mrs McLeod: además de manejar el minivan prestando atención al tránsito, tenía siete días para hacer de seis ignorantes unos guías profesionales para circuitos turísticos escoceses, inculcándonos historia, geografía, geología, folklore, whiskylogía y curiosidades del país en dosis altamente concentradas. Y ciertamente que no le hicimos fácil la misión, acribillándola a preguntas en todo momento, incapaces de tomar notas durante el trayecto – mareo seguro – y aprovechando cada pausa en la ruta para recuperar la información perdida.

En la sobremesa de nuestra última cena, con una copa de vino en la mano, Helga nos familiarizó con la interesante normativa-Mull-of-Kintyre de la televisión británica: si se presenta en pantalla un desnudo frontal masculino, el miembro en cuestión no debe presentar un ángulo de elevación mayor al de la península de Kintyre respecto del resto de Escocia, en buen cristiano: posición de reposo. Lo demás es pornografía. Con esta información en la mano, mis compañeros de instrucción y yo nos sentimos perfectamente preparados para afrontar todos los retos futuros en tierras escocesas.

PAUL PUREFOY, EL CABALLERO DE LA ROSA

Llego al aeropuerto de Edimburgo una tarde lluviosa, apenas una hora antes de la llegada de mis clientes. Logro ubicar al chofer y acordamos cuál será el punto de encuentro. Seguido de mis cuarenta huéspedes, llegamos al andén número seis y nos abre la puerta del bus un distinguido cincuentón de modales exquisitos que lleva el traje más elegante de todo el grupo. Soy Paul Purefoy y trabajaremos juntos esta semana, me dice con un acento que delata claramente que Paul no es un caledonio más sino proviene del enemigo estatal número uno de los escoceses: down south o sea Inglaterra. Y lo peor del caso: es su primer circuito al norte de la muralla de Adriano. Vaya parejita, un guía novato y su chofer igual.

Pero no contaba con los encantos secretos de ese risueño solterón inglés que desde que subimos al autobús ya nos tenía preparadas las llaves de las habitaciones de nuestro hotel. ¡Así da gusto, Paul! Fuiste un compañero de equipo excelente. Con tu fino sentido del humor y la ayuda de tu navegador satelital, llegamos sin el menor contratiempo a todos los lugares que el grupo visitaría. Para resolver tu crónica soltería de viajero impenitente, quedamos en que un día visitarías el Perú. Te aseguré que con tu pinta distinguida conseguirías novia en un dos por tres. ¡Te estamos esperando, colega!

GEORGE EN SU KILT

Me resultó muy difícil entender y hacerme entender por mi siguiente compañero de batallas, George, un cuarentón que se hizo amigo del grupo en un abrir y cerrar de ojos gracias a su sonrisa de ojos azules y su sempiterno kilt. Las clientas más mayorcitas no perdían oportunidad de preguntarme el consabido ¿llevará George algo debajo de su falda escocesa o “sin nada” al estilo regimiento? Nunca se lo preguntamos, lo cual es una pena porque tengo la sensación de que el picarón de George no habría tenido problema alguno en levantarse el vuelo de su kilt para saciar nuestra curiosidad. Huelga añadir que como caledonio de pura cepa, George conocía cada recodo del camino como la palma de su mano.

IAN JACKSON, EL MAGO DE WISHAW

Durante mi tercer circuito escocés me vi confrontado con una situación climática inenarrable: +29ºC a mediados de mayo en un bus sin aire acondicionado... y el no menos inenarrable Mister Jackson. Primera constatación: a este señor no le entiendo NADA. Una vez me preguntó do you like feshen – y creí entender fashion o sea si me interesaba la moda – pero el buen Ian quería saber si me gustaba fishing, es decir pescar. Y como esas tuvimos muchas.

Segunda constatación (y la de más graves consecuencias): este buen señor desmuelado no me hace caso o lo que es más grave, decide por mí qué ruta hemos de seguir y qué paradas hacer y cuáles evitar. Traté sin éxito de hacerme respetar durante dos días hasta que vi que no me quedaba más remedio que decir aye, aye, sir, vamos por donde ud. quiera y pare donde ud. lo crea conveniente.

Tercera: Ian es un mago frustrado. En cada parada no pierde la oportunidad de demostrar a pasajeros, camareros de hotel o pasantes incautos sus habilidades de prestidigitación: coge una libra esterlina y un penique que a un giro de sus dedos regordetes se convierten en tan solo una libra. ¿Y dónde está el penique? Ian sonríe relamido mostrando sus lamentables vacíos molares ante la mirada boquiabierta de su público espontáneo.

CONTINUARÁ