miércoles, 17 de julio de 2013

¡A LA ORDEN!

Después de siete días recorriendo Colombia en viaje de exploración e inspiración, creo poder afirmar que:

- El control de inmigración del aeropuerto internacional Eldorado de Bogotá es el más eficiente que he visto en las Américas: 35 funcionarios bien dispuestos que hacen que la espera para tener sellado el pasaporte sea mínima. Un ejemplo para los países vecinos, incluyendo al Gran Hermano del hemisferio norte con sus filas interminables.

- El color predominante en la ciudad de Bogotá es el rojo: rojas las numerosísimas edificaciones revestidas de ladrillo, rojos los tejados de las casas, rojos los adoquines que recubren el pavimento en algunos sectores de La Candelaria. Pienso en Bogotá y veo los colores rojo - lógicamente - y el verde de las montañas que la flanquean hacia el oriente y los pastizales abundantes de la sabana.

- Curioso clima el de Bogotá: estaba el suscrito sentado en la plaza Bolívar (la de Armas para efectos prácticos) conversando gratamente con un cachaco (léase: persona nacida en Bogotá hijo/a de padres bogotanos) sobre esto y aquello cuando empezaron a caer gotitas de lluvia al mismo tiempo que brillaba el sol sobre nuestras cabezas. Sin embargo, no encontré ningún arco iris. Se aplica el famoso dicho de los escoceses: cuatro estaciones en un solo día. ¡Tome sus precauciones! Sí, señor.

- A diferencia de otras plazas mayores o de armas de capitales con la clásica disposición de palacio de gobierno, catedral y municipalidad, la plaza Bolívar de Bogotá congrega el poder judicial (Palacio de Justicia), legislativo (Capitolio), municipal (Palacio Liévano) y eclesiástico (Catedral y Arzobispado). Para mi sorpresa, el Palacio de Nariño (Poder Ejecutivo) se encuentra a dos cuadras de allí, detrás del Capitolio.

- No hay otro pueblo sudamericano tan amable como el colombiano - tal vez en competencia cuerpo a cuerpo con el brasilero. No termina uno de entrar a un comercio o pasar al lado de un puesto de venta de comida o bebida y ya te están saludando con un gentil a la orden. Las respuestas a mis preguntas terminan infaliblemente con un sí, señor o no, señor. La conversación es fácil, el cantito dulce. 

- Hablando de Brasil: tengo la impresión de que Colombia está muy de moda en la república federativa. No hay museo, lugar de interés cultural o turístico donde no haya encontrado grupetes de brazucas. Alguien me comentó que es por el alto poder adquisitivo del real. ¿Será por eso nomás?

- El auge turístico de la bellísima Cartagena de Indias está convirtiendo el casco viejo en un museo al aire libre donde cada vez hay más alojamientos exclusivos y hoteles boutique pero prohibitivos para los colombianos de a pie convertidos en extras en su ciudad amurallada.

- La filigrana península de Bocagrande, colindante con el casco viejo de Cartagena, ha sido convertida en un lamentable remedo de Miami Beach con numerosísimos edificios muy altos y poca consideración del paisaje. ¡Qué pena!

- Cuando le digo mi país de origen a algún colombiano, no puedo disimular la complacencia que me invade por la infalible reacción: uy qué buena es la comida peruana. :-D De hecho he visto restaurantes peruanos deluxe en las calles más caras de cada ciudad visitada.

- Ya me habían dicho que Medellín es todavía más roja que Bogotá - en todo sentido. Ayer llegué a la segunda ciudad de Colombia y lo pude comprobar: desde la carretera que bordea los cerros verdes se ve un mar de edificaciones rojas. Dicen los paisas, es decir la gente de esta región, que son los más más del país. ¡Veremos!