domingo, 16 de noviembre de 2014

SARAH, FOGO Y HIELO


"Dexâ-m bem kontâ-bu um stória"
Mayra Andrade, cantautora caboverdiana


Sí, por fin habemus segundo libro... después de una gestación más o menos corta y un alumbramiento de varios años:
 
Un gélido día de enero, caminantes alemanes encuentran entre témpanos de hielo el cuerpo inerte de una mujer en las vegas del Viejo Rin, cerca de la triple frontera con Francia y Suiza. Alertadas las autoridades policiales de los tres países, no tardan en averiguar que se trata de Sarah Widmer, una joven de nacionalidad suiza, estudiante de medicina en la Universidad de Basilea.
 
¿Pero qué pudo haber pasado con esta veinteañera llena de vida, hija ejemplar que nunca había causado disgusto alguno a sus padres? A base de documentos originales, diálogos, noticias de los diarios, cartas, chats, correos electrónicos y apuntes del moleskine de Sarah, el autor reconstruye los últimos diez meses en la vida de la joven. Especial atención se le da el medio año que pasó en Fogo, una isla de Cabo Verde, donde Sarah conocerá y se enamorará de un mundo totalmente distinto a su Basilea natal. Las noticias del viaje de Sarah se entrelazan con el posterior viaje de su padrino Karl a Fogo en busca de testimonios de su presencia para poderlos trasmitir a sus compadres huérfanos de hija. ¿Tal vez hay alguna relación entre la estadía caboverdiana de Sarah y su inesperado y precoz fallecimiento?

LEYENDO COLOMBIA 2014

Para comenzar, tengo un gravísimo problema de logística: el buen Johnny de la melena rockera no me ha enviado los libros que necesito en Colombia. O sea que me toca llegar a Eldorado y correr a la Carrera Quinta donde, por una suma razonable, doña Chelita te copia o clona cualquier cosa. Bien equipado con mi material autopirateado, ¿ya qué más puedo temer?

Sólo queda disfrutar las bellezas de aquellos desayunos en el Ázimos de La Macarena. Y no me refiero tan solo a las exquisiteces que el esforzado David nos lleva a la mesa. El viernes con Iván, incansable empresario de la noche bogotana. El sábado le toca la suerte a Mauro, ingeniero que sueña con cambiar su cordillera de los Andes por las suaves colinas de Nueva Gales del Sur. El domingo me acompaña don Leandro, todo un caballero. Y el lunes lo recibimos con Andrés, un santandereano de tomo y lomo.

El viaje de Bogotá a la capital paisa ya de por sí merece un capítulo aparte por la variedad del paisaje: de la altiplanicie (2.700 msnm) tienes que bajar hasta la ciudad de Honda (229 msnm), por unos serpentines espectaculares, luego algunos kilómetros bordeando el majestuoso Magdalena. Una parada para el almuerzo en el Fogón Paisa donde, al bajar del autobús, te ponen una secadora de pelo en la cara, un viento caliente como no lo había sentido nunca. Luego, volver a cruzar el gran río a la altura de Puerto Triunfo para pasar al lado de la Hacienda Nápoles, antiguo fundo de Pablo Escobar y actual destino turístico de primer orden del Departamento de Antioquia. Y por la noche llegar a Medellín, ciudad de la eterna primavera donde -esnif- nadie me espera.

Andrés Felipe no responde a mis mensajes. ¿Qué puede haberle pasado? Hace un año tan cooperativo y ahora ni siquiera contesta. Felizmente, está allí la familia Vallejo, que suple largamente las otras ausencias y carencias. Tan parecida es la voz de don Aníbal a la de su hermano, que para mí es como si el mismísimo Fernando estuviera allí presentándome a la distinguida audiencia paisa. Una noche inolvidable, recamada de la picardía de un opita de Neiva York que no llegó a tiempo a la lectura.

Antes de seguir viaje a tierras vallunas, dedico un día a recorrer otros barrios de Medallo: la zona pituca del Poblado, una cita panorámica con traguitos, sushi-causas...y con la historia de amor infinito de César y el difunto Norberto, un ardor viril, amor de cuartel, que duró apenas unos meses y sin embargo se grabó con incandescencia en la memoria y el corazón de mi amigo que, veinte años después del romance, recién se atreve a ir a buscar la sepultura del que fue el hombre de su vida.

Al día siguiente, me espera atravesar el delicioso eje cafetero. ¡Qué encanto de paisajes! Colinas onduladas donde crece el mejor café del mundo - dicen ellos, por cierto. Ya es de noche cuando entramos a Cali, pero la Sucursal del Cielo nos recibe con todo el calor del verano. Sigo a San Antonio y me instalo en la deliciosa pensión que mi amigo Fabián tuvo la gentileza de recomendarme, a dos cuadras apenas del legendario parque que por las noches pareciera una usina de canabinol.

Fabián conoce a Jaime, Jaime a Cindy, Cindy a Jhon, Jhon trabaja para Carlos y así, de mano en mano, finalmente queda armado el programa para la que será la lectura mejor organizada de mi gira grancolombiana: una noche en la Cafebrería, es decir el "café-librería" de la Biblioteca del Centenario en el pizpireto barrio del Peñón.

Pero antes de eso, toca cumplir con la ciudad blanca, Popayán. Prometí que iba a volver al Café Rabo de Nube y no pienso defraudar a Simón. Antes de bajar del minibús, ya me está esperando Julián, anfitrión de lujo cuando no está realizando su internado en el Hospital Universitario. Rabo de Nube ya no está, lamentablemente, en aquella casona colonial de la que me enamoré el año pasado. Pero el alma del café, Ana María y Simón, han hecho posible que la buena energía siga fluyendo en el nuevo local de los Prados del Norte.

Se va acercando la hora marcada para el evento y en un auténtico despliegue de sentido del deber y de la autoridad, Ana María comienza a llamar, no, a conminar más bien a escritores, periodistas, estudiantes que poco a poco irán llenando de vida el salón de la tertulia en una velada absolutamente memorable. 

¡El 2015 volveré!

ACTO DE CONTRICIÓN Y CUATRO DOCENAS DE M.I.

Nunca te había tenido tan abandonad@, querid@ lector@ de este modesto bloguito. Ocho meses sin un post adefesiero - he batido mi propio récord de ineficiencia y ausencia total de inspiración y productividad. Y ojo que no ha sido un semestre "monse",  como le diríamos en mi tierra (hace tres décadas, quién sabe si se sigue usando el término) a un período de tiempo aburrido o carente de material contable.

Todo lo contrario: además de sobrevivir a mi segundo año de fauna pedagógica, léase: como profesor de adolescentes y alguno que otro elemento aborreciente, en estos meses hice también mi primera gira literaria por la gran Colombia, contando con un espléndido auditorio vacío en la ciudad de Santafé de Bogotá - el día, la hora y el lugar muy mal escogidos, Alejito de mi corazón. Pero Medellín, Popayán y Cali se encargaron de compensar de lejos la frialdad de la sabana cundiboyacense. Todo esto y mucho más en LEYENDO COLOMBIA.

Por si fuera poco, después de alborotar a mis vecinos cafeteros, parí a mi segundo hijo literario, la novela de inspiración caboverdiana SARAH, FOGO Y HIELO.

Finalmente, hace casi 48 horas, completé cuarenta y ocho vueltas alrededor del sol. Bueno, al menos puedo decir que todavía no se levantan en el metro los mozalbetes bien educados para cederme el asiento...

jueves, 13 de marzo de 2014

¡ALÓ, SOY TU HIJO!


ring – ring – ring

- ¿Aló?

- ¡Hola! Dime si es cierto que eres mi padre.

- Ehhhh ¿eres tú, Jean-Pierre?

- Sí, soy Jean-Pierre. No le des vueltas al asunto y ve al grano.

- ¡Qué sorpresa, Jean-Pierre! Me alegro mucho, pero me agarras totalmente desprevenido.

- (silencio)

- Bueno ¿qué te puedo decir? Hasta donde yo sé, sí, soy tu papá. Pero por favor, podemos encontrarnos y conversar personalmente.

- (silencio)

- ¿Jean-Pierre?

- ¿Sí?

- ¿Te lo ha dicho tu mamá?

- Sí.

- ¿Cuándo?

- Hace tiempo que le preguntaba pero recién ayer me habló de ti.

- Esto no lo podemos hablar por teléfono, Jean-Pierre. Vamos a tomar algo y conversamos tranquilamente. ¿Cuándo tienes tiempo?

- ¿Esta misma tarde?

- Sí, claro. Te recojo en la esquina de tu casa dentro de media hora.

- Ok.
 

- - -
 

En el Café del Puerto.-

- A lo mejor no te lo demostré cuando hablamos por teléfono, Jean-Pierre. Fue todo tan sorpresivo, pero no sabes cuánto me alegra que hayas llamado. ¿Sabes una cosa? Te pareces cantidad a mi hermano Tito.

- ¿De verdad? ¿Tienes una foto suya?

- A ver, acá, en mi celular... ¡Mira! Parece que fueras más hijo suyo que mío.

- Hay un aire de familia, de hecho.

- ¿Sabes que yo también estaba esperando que cumplieras 18 años para ponerme en contacto contigo? Tu mamá bloqueó todos los intentos anteriores de conocerte.

- Me imagino. Tiene un carácter muy fuerte. ¿Tú eres menor que ella, no?

- Sí. Cuando tú naciste, yo tenía 21 años y ella 33. No duró mucho nuestra relación.

- Mi mamá me contó que estabas metido en drogas. Por eso se demoró tanto tiempo en dejar que te busque.

- ¿Eso te dijo? No es que sea un santo, Jean-Pierre, pero nunca estuve metido en drogas. Tal vez un porrito por ahí. Pero sí hay otra cosa importante que te quiero decir.

- No hace falta. Ya sé que andas con un tipo y te voy advirtiendo que no lo quiero conocer ni que me hables nunca de él.

- ¿Por qué tan radical, Jean-Pierre?

- ¡No insistas, Toni!

- Está bien, está bien, no insistiré. ¿Y tu otro papá ya sabe que sabes?

- Hace varios años que Thomas vive en California, desde que mi mamá y él se separaron. Nos escribimos correos de vez en cuando pero el contacto no es muy estrecho.

- Pero creciste a su lado, ¿no es cierto?

- Sí, desde que recuerdo siempre estuvo Thomas ahí con mi vieja.

- Bueno, por mi lado, me encantaría que nos veamos más para poder conocerte y que tú me conozcas a mí también.

- Sí, claro, despacio. Poco a poco.

- Mi hermano Tito tampoco vive lejos de aquí. Si quieres que te lo presente, lo haré  con mucho gusto.

- Poco a poco, Toni. No me agobies.

- Tranquilo, no te preocupes. ¿Te pido otra cerveza para celebrar?

- Por supuesto. ¡Salud!

jueves, 27 de febrero de 2014

CALI EN ADJETIVOS

36 HORAS EN LA SUCURSAL DEL CIELO

Culpables – Los cafeteros que bloquean la carretera que une Medellín con Armenia. Yo no pensaba volver a tomar un avión en tierras colombianas, pero tengo que cambiar de opinión y comprar el tiquete más barato que encuentre de Rionegro a Cali en una dudosa página web escandinava.

Húmedo – Nada más salir del aeropuerto, se ven las huellas del aguacero de verano que acaba de derramarse sobre Santiago de Cali y alrededores. Todo está mojado, el aire huele a lluvia. Ya es medianoche y por una falta de atención mía, reservé el último vuelo de la jornada... ¿o tal vez porque ansiaba secretamente descubrir más misterios de Medellín de la mano del paisa Andrés Felipe?

Confortable – El Hotel Stein que alberga a mi itinerante humanidad durante dos brevísimas noches caleñas: la primera, por mi tardía llegada del aeropuerto; la segunda, porque conozco a un guía de lujo.

Enternecedor – El taxista Juan Carlos, que me lleva hasta el Cristo Rey a pesar de la escasa visibilidad de aquel martes de julio. Una vez a los pies de la estatua, vemos a una familia colombo-alemana entre el escaso público turístico que llega hasta las alturas del mirador. Intrigado por los sonidos guturales de la lengua germana, me pregunta con sus ojos verdes muy abiertos ¿España y Alemania son la misma cosa? No, Juan Carlos, qué va, ambas están en Europa pero son países distintos con idiomas distintos y gente distinta. Me mira escéptico pero agradecido, volvemos al taxi y seguimos paseando por la brumosa Sucursal del Cielo.

Escasos – Los vestigios de la época colonial como la iglesia y convento de La Merced. Muy cerca de allí descubro una casona con un hermoso patio y fuente. Es la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia y las valientes señoras ofrecen almuerzos deliciosos que no dudo un segundo en degustar.

Amenazante – El puñal con el que un jardinero ataca a otro muchacho en un descanso de los trabajos para convertir la margen derecha del río Cali en el Bulevar del Río. Se trata de los preparativos finales para los Juegos Mundiales a celebrarse en la capital vallecaucana en julio del 2013. El atacado es muy ágil y cruza la avenida antes de que el blanco metal pueda hincarse en su piel morena. Aparto la vista del combate y aprieto el paso para regresar rápido a mi hotel.

Refrescante – El jugo de sandía degustado al borde de la piscinita del Hotel Stein. Sentadas a la mesa del costado, una alemana cuarentona entretiene a la muchachita caleña que está a punto de adoptar, tarea nada fácil en vista de que ninguna de las dos habla el idioma de la otra. Pero la decisión está tomada.

Científico – El chat de ligoteo con un tal Ernesto que resulta ser estudiante de medicina y me pregunta de entrada por mis problemas de pigmentación. Que a su padre le pasa lo mismo y solo espera el momento oportuno para viajar con él a Cuba donde según dice lo pueden curar. Le digo que eso es puro cuento, que a los isleños no les creo nada. El chat terminará sin haber fomentado ningún tipo de turgencia en los tejidos cavernosos.

Nocturno – El paseo con Fabián, que tiene la gentileza de buscarme en el Stein para luego recorrer el pintoresco barrio de San Antonio con sus callecitas empinadas, casonas antiguas, bares bohemios y parques rebosantes de cannabinol donde por un muy módico precio te compras tu baretico take-away. Con dicho equipo en el bolsillo, seguimos hacia el Museo La Tertulia, compartimos el baretico en el tope del anfiteatro y saludamos eufóricos y risueños a las Gatas del Río – dieciséis representaciones artísticas sobre un mismo molde, dieciséis simpáticas mininas que compiten por el amor del Gato del Río, escultura de Hernando Tejada.

Romántico – El patio interior de la galería de arte antigua contemporánea con sus jardines zen, muebles estilo balinés, budas sentados, pétalos flotantes...un oasis en medio del calor de la Sultana del Valle.

Eterno – El trayecto desde la Terminal de Autobuses hasta que termina la Sucursal del Cielo y la buseta zigzaguea en dirección a Popayán, Cauca. Tendremos una avería del vehículo en la ruta y salvación espontánea gracias a la amabilidad de otro conductor de la misma empresa y la agilidad de los 4 primeros pasajeros que nos trepamos al carro salvador antes de que se detuviera del todo.