Ríos
de tinta recorren la prensa germana comentando, interpretando,
justificando el éxito sin precedentes de la comedia francesa
Intocable, vista ya por más de ocho millones de personas. Así
también el periodista Rudolf Novotny el martes pasado en el diario
Frankfurter Rundschau.
Lo
más interesante, comenta Novotny, es que a Intocable le faltan todos
los ingredientes que hacen una película exitosa: los protagonistas
galos son totalmente desconocidos en Alemania, la cinta no es parte
de un ciclo (cf. Harry Potter, Piratas del Caribe etc.), no es
tampoco la adaptación de un bestseller ni cuenta con un alto
presupuesto de márketing. La distribución comenzó con menos de la
quinta parte de copias que cuando se lanza un blockbuster de
Hollywood.
Un
fenómeno, un enigma, un milagro... y todos preguntándose ¿por qué
el éxito de Intocable? ¿Por qué ciertas películas hacen que al
día siguiente las contemos entusiasmados a los colegas de trabajo
mientras que otras las olvidamos antes de que los créditos terminen
de recorrer la pantalla?
Novotny
busca la explicación contactando al dueño de una avícola en
Argelia. Se llama Abdel Sellou y no es un hombre guapo: bajo,
compacto, sin afeitar, cuello ancho y cabeza rapada. El tipo ideal
para hacer de malandrín. ¿Hubieran preferido verme a mí en la
pantalla o al espigado moreno atlético de Omar Sy? pregunta risueño
Abdel. Acaba de publicar un libro. Su título en francés: Tu as
changé ma vie. Cambiaste mi vida. En él cuenta su versión de
los hechos a modo de contrapunto y agradecimiento a su expatrón, el
millonario duque corso Philippe Pozzo di Borgo en cuya biografía,
publicada hace más de una década, se basa la película.
Abdel
comenta que en la cinta faltan aspectos como la profunda depresión
en que cayó Philippe a raíz de la muerte oncológica de su mujer.
Pero no es una crítica, lógicamente hay que compactar la historia
para que pueda caber en menos de dos horas. Acá entre nos, se
inclina Abdel como para una confidencia: nunca creí que iba a ser un
éxito. ¿A quién podría interesarle la vida de un muchacho árabe
de los arrabales o la de un tetraplégico que pasa las hojas de su
libro con un palito en la boca?
La
pregunta por el éxito de Intocable toca también el viejo conflicto
entre arte y comercio. El arte quiere sacudir, incomodar al
auditorio, adelantarse a su tiempo y por ende es incapaz de alcanzar
a las masas, lo cual es un problema porque a su vez, una película
tiene que hacer taquilla. Intocable logra una reconciliación de
ambos extremos, no resulta superficial ni recargada.
En
el estreno mundial de la película, en un cine de los parisinos
Campos Elíseos, Abdel, que había permanecido completamente ajeno al
rodaje, vio que una parte del público lloraba mientras otra reía,
para luego invertirse los papeles. En ese momento comenzó a creer en
el éxito de Intocable: porque es una historia verdadera, porque es
una historia sincera. La historia de una amistad altamente
improbable.