Culpables – Los cafeteros que bloquean la carretera
que une Medellín con Armenia. Yo no pensaba volver a tomar un avión en tierras
colombianas, pero tengo que cambiar de opinión y comprar el tiquete más barato
que encuentre de Rionegro a Cali en una dudosa página web escandinava.
Húmedo – Nada más salir del aeropuerto, se ven las
huellas del aguacero de verano que acaba de derramarse sobre Santiago de Cali y
alrededores. Todo está mojado, el aire huele a lluvia. Ya es medianoche y por
una falta de atención mía, reservé el último vuelo de la jornada... ¿o tal vez
porque ansiaba secretamente descubrir más misterios de Medellín de la mano del
paisa Andrés Felipe?
Confortable – El Hotel Stein que alberga a mi
itinerante humanidad durante dos brevísimas noches caleñas: la primera, por mi
tardía llegada del aeropuerto; la segunda, porque conozco a un guía de lujo.
Enternecedor – El taxista Juan Carlos, que me lleva
hasta el Cristo Rey a pesar de la escasa visibilidad de aquel martes de julio.
Una vez a los pies de la estatua, vemos a una familia colombo-alemana entre el
escaso público turístico que llega hasta las alturas del mirador. Intrigado por
los sonidos guturales de la lengua germana, me pregunta con sus ojos verdes muy
abiertos ¿España y Alemania son la misma cosa? No, Juan Carlos, qué va, ambas
están en Europa pero son países distintos con idiomas distintos y gente
distinta. Me mira escéptico pero agradecido, volvemos al taxi y seguimos
paseando por la brumosa Sucursal del Cielo.
Escasos – Los vestigios de la época colonial como la
iglesia y convento de La Merced. Muy cerca de allí descubro una casona con un
hermoso patio y fuente. Es la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia y las valientes
señoras ofrecen almuerzos deliciosos que no dudo un segundo en degustar.
Amenazante – El puñal con el que un jardinero ataca
a otro muchacho en un descanso de los trabajos para convertir la margen derecha
del río Cali en el Bulevar del Río. Se trata de los preparativos finales para
los Juegos Mundiales a celebrarse en la capital vallecaucana en julio del 2013.
El atacado es muy ágil y cruza la avenida antes de que el blanco metal pueda
hincarse en su piel morena. Aparto la vista del combate y aprieto el paso para
regresar rápido a mi hotel.
Refrescante – El jugo de sandía degustado al borde
de la piscinita del Hotel Stein. Sentadas a la mesa del costado, una alemana
cuarentona entretiene a la muchachita caleña que está a punto de adoptar, tarea
nada fácil en vista de que ninguna de las dos habla el idioma de la otra. Pero
la decisión está tomada.
Científico – El chat de ligoteo con un tal Ernesto que resulta ser estudiante de medicina
y me pregunta de entrada por mis problemas de pigmentación. Que a su padre le
pasa lo mismo y solo espera el momento oportuno para viajar con él a Cuba donde
según dice lo pueden curar. Le digo que eso es puro cuento, que a los isleños
no les creo nada. El chat terminará sin haber fomentado ningún tipo de
turgencia en los tejidos cavernosos.
Nocturno – El paseo con Fabián, que tiene la
gentileza de buscarme en el Stein para luego recorrer el pintoresco barrio de
San Antonio con sus callecitas empinadas, casonas antiguas, bares bohemios y parques
rebosantes de cannabinol donde por un
muy módico precio te compras tu baretico take-away.
Con dicho equipo en el bolsillo, seguimos hacia el Museo La Tertulia,
compartimos el baretico en el tope del anfiteatro y saludamos eufóricos y
risueños a las Gatas del Río – dieciséis representaciones artísticas sobre un
mismo molde, dieciséis simpáticas mininas que compiten por el amor del Gato del
Río, escultura de Hernando Tejada.
Romántico – El patio interior de la galería de arte antigua contemporánea con sus jardines
zen, muebles estilo balinés, budas sentados, pétalos flotantes...un oasis en
medio del calor de la Sultana del Valle.
Eterno – El trayecto desde la Terminal de Autobuses
hasta que termina la Sucursal del Cielo y la buseta zigzaguea en dirección a
Popayán, Cauca. Tendremos una avería del vehículo en la ruta y salvación
espontánea gracias a la amabilidad de otro conductor de la misma empresa y la
agilidad de los 4 primeros pasajeros que nos trepamos al carro salvador antes
de que se detuviera del todo.
click >;-)
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