HELGA MCLEOD – TABACO Y WHISKY
El primer encuentro cercano con la rubia cincuentona no fue muy propicio para ganar puntos: apareció media hora antes de lo acordado, como quien dice sacándonos del hotel a empujones para iniciar nuestra vuelta a Escocia en siete días. ¿Su pinta? Cara de Miss Piggie, con el cutis curtido que delata la afición a la nicotina, y una figura como el tordo, cabeza pequeña y trasero gordo.
Menuda
tarea la que le había tocado a Mrs McLeod: además de manejar el
minivan prestando atención al tránsito, tenía siete días para
hacer de seis ignorantes unos guías profesionales para circuitos
turísticos escoceses, inculcándonos historia, geografía, geología,
folklore, whiskylogía
y curiosidades del país en dosis altamente concentradas. Y
ciertamente que no le hicimos fácil la misión, acribillándola a
preguntas en todo momento, incapaces de tomar notas durante el
trayecto – mareo seguro – y aprovechando cada pausa en la ruta
para recuperar la información perdida.
En
la sobremesa de nuestra última cena, con una copa de vino en la
mano, Helga nos familiarizó con la interesante
normativa-Mull-of-Kintyre
de la televisión británica: si se presenta en pantalla un desnudo
frontal masculino, el miembro en cuestión no debe presentar un
ángulo de elevación mayor al de la península de Kintyre respecto
del resto de Escocia, en buen cristiano: posición de reposo. Lo
demás es pornografía. Con esta información en la mano, mis
compañeros de instrucción y yo nos sentimos perfectamente
preparados para afrontar todos los retos futuros en tierras
escocesas.
PAUL
PUREFOY, EL
CABALLERO DE LA ROSA
Llego
al aeropuerto de Edimburgo una tarde lluviosa, apenas una hora antes
de la llegada de mis clientes. Logro ubicar al chofer y acordamos
cuál será el punto de encuentro. Seguido de mis cuarenta huéspedes,
llegamos al andén número seis y nos abre la puerta del bus un
distinguido cincuentón de modales exquisitos que lleva el traje más
elegante de todo el grupo. Soy Paul Purefoy y trabajaremos juntos
esta semana, me dice con un acento que delata claramente que Paul no
es un caledonio más sino proviene del enemigo estatal número uno de
los escoceses: down
south
o sea Inglaterra. Y lo peor del caso: es su primer circuito al norte
de la muralla de Adriano. Vaya parejita, un guía novato y su chofer
igual.
Pero
no contaba con los encantos secretos de ese risueño solterón inglés
que desde que subimos al autobús ya nos tenía preparadas las llaves
de las habitaciones de nuestro hotel. ¡Así da gusto, Paul! Fuiste
un compañero de equipo excelente. Con tu fino sentido del humor y la
ayuda de tu navegador satelital, llegamos sin el menor contratiempo a
todos los lugares que el grupo visitaría. Para resolver tu crónica
soltería de viajero impenitente, quedamos en que un día visitarías
el Perú. Te aseguré que con tu pinta distinguida conseguirías
novia en un dos por tres. ¡Te estamos esperando, colega!
GEORGE
EN
SU KILT
Me
resultó muy difícil entender y hacerme entender por mi siguiente
compañero de batallas, George, un cuarentón que se hizo amigo del
grupo en un abrir y cerrar de ojos gracias a su sonrisa de ojos
azules y su sempiterno kilt.
Las clientas más mayorcitas no perdían oportunidad de preguntarme
el consabido ¿llevará George algo debajo de su falda escocesa o
“sin nada” al estilo regimiento? Nunca se lo preguntamos, lo cual
es una pena porque tengo la sensación de que el picarón de George
no habría tenido problema alguno en levantarse el vuelo de su kilt
para saciar nuestra curiosidad. Huelga añadir que como caledonio de
pura cepa, George conocía cada recodo del camino como la palma de su
mano.
IAN
JACKSON, EL
MAGO DE WISHAW
Durante
mi tercer circuito escocés me vi confrontado con una situación
climática inenarrable: +29ºC a mediados de mayo en un bus sin aire
acondicionado... y el no menos inenarrable Mister Jackson. Primera
constatación: a este señor no le entiendo NADA. Una vez me preguntó
do
you like feshen
– y creí entender fashion
o sea si me interesaba la moda – pero el buen Ian quería saber si
me gustaba fishing,
es decir pescar. Y como esas tuvimos muchas.
Segunda
constatación (y la de más graves consecuencias): este buen señor
desmuelado no me hace caso o lo que es más grave, decide por mí qué
ruta hemos de seguir y qué paradas hacer y cuáles evitar. Traté
sin éxito de hacerme respetar durante dos días hasta que vi que no
me quedaba más remedio que decir aye,
aye, sir,
vamos por donde ud. quiera y pare donde ud. lo crea conveniente.
Tercera:
Ian es un mago frustrado. En cada parada no pierde la oportunidad de
demostrar a pasajeros, camareros de hotel o pasantes incautos sus
habilidades de prestidigitación: coge una libra esterlina y un
penique que a un giro de sus dedos regordetes se convierten en tan
solo una libra. ¿Y dónde está el penique? Ian sonríe relamido
mostrando sus lamentables vacíos molares ante la mirada boquiabierta
de su público espontáneo.
CONTINUARÁ
CONTINUARÁ
No hay comentarios.:
Publicar un comentario