Ha
pasado casi un año desde nuestra última cita. Quedamos en ir a la
cinemateca a ver una simpática película cubana, Personal
belongings.
En la antesala del cine, se me escapa un comentario de aquellos que
te hace poner los pelos de punta: acabo de cumplir 24 años en
tierras germanas. Para ti, eso implica obviamente que sustrayendo tan
solo unas pocas cifras obtienes el equivalente a tu caso, pues
llegaste a la Selva Negra tres años después que yo... y los que te
conocemos sabemos que detestas cualquier alusión a temas temporales
ya sea edades, años en el extranjero etc. Inexplicable alergia en
una persona que ha demostrado un espíritu de lucha digno del mejor
gladiador romano y que tiene más de un motivo para sentirse
orgulloso de sus logros en tierras lejanas.
Tu
reacción no se hizo esperar, pusiste una cara de pocos amigos y
soltaste dos reniegos. ¡Ya supera por fin! espeté, cansado de tus
remilgos temporales. Para qué dije eso. Dejaste de dirigirme la
palabra y al terminar la película abandonaste la sala durante los
créditos finales. Robert y yo pensamos que habrías ido al baño y
volverías pero desapareciste de nuestras vidas después de
diecisiete años de amistad con hartos momentos compartidos, saltos
de liebre, fiestas, Colonia, sonrisas, complicidad, Barcelona,
Berlín, Emilio, Johnny, los hermanitos Caravaggio, solidaridad de ti
hacia mí, de mí hacia ti, sonrisas lingüísticas, chácharas,
natación en el Flückiger, en el Rin, en la playa de Sitges,
intercambios de YouTube, tantos piscos sour
y chelas con sprite.
Cuando,
varios meses más tarde, te envié conciliadores saludos
cumpleañeros, respondiste con el encanto de una piedra pómez. Esos
diecisiete años se habían reducido en tu cabeza a la publicación
de un librito adefesiero donde inventé un personaje a imagen y
semejanza tuya, probablemente con demasiada semejanza. Nunca te
quejaste abiertamente ni manifestaste todo el resentimiento que
sentías al ver a ese alter
ego
literario pero, conociéndote, está claro que herí irreparablemente
tu más sensible talón de Aquiles: el alto sentido de la privacidad
e intimidad.
Te
dije que me parecía simplón reducir casi dos décadas a diez
páginas leídas por algo menos de cuatro gatos, pero tus oídos
permanecieron cerrados. Otro detalle llamativo es que de repente
desenvainaras la espada de la solidaridad con Orson, un viejo
admirador tuyo y víctima de mis ambiciones literarias, cuando nunca
jamás te referiste a él más que para hacer burla de sus cualidades
histriónicas.
Incluso
diste muestras de una paramnesia galopante atribuyéndome rasgos
típicos de otros latinos de los que tantas veces nos reímos juntos,
como las consabidas preguntitas de trasfondo socioeconómico: de qué
barrio eres, a qué colegio fuiste etc. ¡No, Marcelo! Yo no era el
que preguntaba eso, sino los otros... y tú y yo nos reíamos de
ellos porque mientras más huachafitos, más preguntones.
¿En
qué andas ahora, cabro chico? ¿Sabes que casi todas las semanas hay
alguna cosa que pasa, veo, pienso o leo que me hace recordarte? ¿Te
ocurre lo mismo? Ojalá que no. Espero que hayas encontrado nuevas
amistades con las cuales salgas a tomar algo, se inviten mutuamente a
comer lentejas y chismorreen sobre conocidos comunes...sin demasiada
indiscreción por supuesto. Nada de publicaciones dudosas.
Desde
este foro invisible, te pido que aceptes mis públicas disculpas por
la vampirización de tu vida privada. Pero tranquilo, Bobby,
tranquilo, no me han leído más de cuatro gatos así que tampoco es
que todo el mundo hispano esté familiarizándose con tus trancas,
que ciertamente podrías empezar a procesar. Te lo digo yo que fui tu
amigo durante diecisiete años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario