lunes, 13 de febrero de 2012

IVÁN EL THAYRRIBLE

En más de veinte años de destacada carrera en los vanos oficios de escritor, catedrático y crítico literario, nunca tuvo una resonancia mediática como la que causaron los tres últimos párrafos de un post publicado hace una semana y media en El País digital. El tema de la columna de la discordia: la primera novela que utiliza como escenario el boom de la cocina peruana.

Suena inofensivo, ¿verdad? Pero entonces ¿qué fibra sensible de la frágil autoestima del pueblo peruano ha tocado Iván Thays (Lima, 1968) para provocar aquella avalancha digital y convertirse en el enemigo público número uno?

En el post Con la tinta aún húmeda, Thays comenta el lanzamiento de la más reciente novela del escritor y publicista peruano Gustavo Rodríguez. Sin haber leído el libro, Iván le achaca al autor un conveniente oportunismo por el actual auge de la cocina peruana, llegando a comparar su publicación con la aparición de los primeros libros que tomaron como telón de fondo los hechos acaecidos en la punta sur de Manhattan un inolvidable martes 11 de setiembre. Hasta aquí todo bien.

El quinto párrafo se las trae. Como bien dice el mismo blogger, ese post no es tan literario sino más bien una pataleta porque está harto de la burbuja de aire llamada boom de la cocina peruana, gastronomía que evidentemente NO es de su agrado. Está en su derecho, para eso hay libertad de expresión. Además, de gustos y colores no se han puesto ni tienen por qué ponerse de acuerdo los autores. Tampoco Iván ni Gustavo.

¿Pero qué llevó a sus compatriotas a la rasgada nacional de vestiduras? Llamar indigesto, poco saludable, empalagoso, de nombres estrafalarios, petardo de carbohidratos y digno de prohibición a la encarnación del tan emergente como sensible orgullo nacional...y para añadir insulto a la herida: ¡en una publicación europea!

¿Qué pasó por la cabeza de un tipo tan inteligente como Iván?

¿No se imaginó o tal vez incluso invocó el revuelo publicitario que se produciría?

Sopesado y conciliador el comentario de Beto Ortiz al respecto: ni es Thays un mal peruano ni un traidor a la patria, tal vez algo desatinado. Cuestionable no es tanto lo que dijo, sino dónde, cómo y para qué.

Thays se proclama fanático de la cocina italiana. Acá entre nos, Iván: ¿es acaso una humeante lasagna al forno con harto mozzarella y salsa bechamel más liviana que unas papitas a la huancaína? ¿Y el sempiterno tiramisú, cuyo mismo nombre significa súbeme de un tirón, acaso no tiene tantas o más calorías que tu denostado suspiro a la limeña? Cuando de sabrosura se trata, ¿quién en su sano juicio se pone a contar los carbohidratos, por favor?

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