Directora: Icíar Bollaín
Protagonistas: Juan Carlos Aduviri, Gael García Bernal, Karra Elejalde, Luis Tosar
Coproducción franco-hispano-mexicana, 2011
Anoche fue la noche de los Óscar, perdón, de los Premios de la Academia, como reza su nombre oficial hollywoodense. Si bien estuvo en la selección oficial de España como candidata a mejor película en lengua extranjera, También la lluvia no llegó a ubicarse entre las cinco finalistas. Una lástima, tomando en cuenta el inmenso reto asumido por la dupla directora-guionista Icíar Bollaín – Paul Laverty, unidos no solo detrás de cámaras sino en la vida real.
El entramado de esta cinta combina con bastante destreza tres planos narrativos: un equipo de producción hispano-mexicano se desplaza hasta Cochabamba, Bolivia, para filmar una película sobre el primer alzamiento indígena contra Cristóbal Colón y los abusos de los conquistadores. Mención especial merece aquí Karra Elejalde, el más convincente de todo el elenco en su doble papel de actor Antón y personaje Colón. El segundo hilo narrativo es el rodaje mismo de la película, al más puro estilo del “teatro en el teatro” del Siglo de Oro, en este caso un film dentro de otro. El tercer hilo que se entrecruza con los dos primeros, finalmente, llega con la revuelta popular que se produce en Cochabamba por la privatización de la empresa del agua y el consiguiente incremento desporporcionado de su precio.
¿Pero llegó acaso el almirante genovés hasta las verdes yungas del Chapare boliviano? ¿Y era el caudillo Hatuey un quechua de los Andes? Para Costa (Luis Tosar) y Sebastián (García Bernal en uno de sus papeles más insípidos), productor y director de la película dentro de la película, no hay problema: así como la conquista de América está hilvanada de un sinnúmero de equivocaciones y malentendidos – como Colón creyendo hasta su muerte que había llegado a las Indias orientales – por qué no trasladar las verdes colinas de Cuba a Bolivia y convertir a los cobrizos indígenas de los Andes, con un poco de maquillaje, en taínos quechuahablantes. Y lo más atractivo: los costos de producción serán mucho más bajos y podrán contratar a una enorme cantidad de extras por two fucking dollars diarios.
Con lo que no cuentan es que justamente durante el rodaje de su película se va a producir la “guerra del agua” ni mucho menos que Daniel (un genial Juan Carlos Aduviri), el actor boliviano que han elegido para encarnar a Hatuey, está liderando el movimiento de protesta contra la privatización del líquido elemento. Temerosos de que lo detenga la policía, tratan de convencerlo de que debe abandonar la lucha, por lo menos hasta terminar el rodaje. Pero él les responde con convicción que hay cosas más importantes que su película.
Con la muerte de Hatuey en la hoguera se desencandena el showdown. Antes de encender las llamas, el sacerdote le propone que se convierta al cristianismo para así conmutar la pena de la hoguera por el garrote y asegurarse el pasaporte al cielo. ¿Es allí donde van los cristianos? quiere saber el caudillo quechua-taíno antes de tomar tan importante decisión. El sacerdote asiente y Hatuey, sin dudarlo un instante, opta por el infierno y arde el fuego. Y comienza a arder también Cochabamba, poniendo al equipo de Costa y Sebastián en una situación desesperada.
Muy bien logrado el paralelismo entre el plano histórico del 1500 “conquistadores explotan a indios taínos” y el del 2000 “equipo hispano-mexicano explota a indios quechuas”. Me hubiera gustado que los pastores alemanes de las fuerzas del orden de la Bolivia moderna se transformaran de una manera más visible en herederos de Becerrillo y Leoncico, los legendarios mastines de los conquistadores que aparecen en algunas escenas de la película. Por ser el enemigo más temido de los taínos, Becerrillo recibía el doble de paga que un soldado ballestero. Leoncico, su hijo, cobraba sueldo de alférez y recibía su parte de cada botín de oro y esclavos.
Nota ortográfica al margen: ¿Por qué la dupla Bollaín/Laverty le ha quitado la H a Atuey? me pregunté al comprobar que los subtítulos alemanes, que yo creía equivocados, correspondían a los créditos oficiales de la película. ¿Será que no tuvieron tiempo de mirarlo en Wikipedia o cualquier otro manual de historia? Está bien que nuestra H castellana en posición inicial sea muda, pero es chocante para los que “conocemos” a Hatuey que nos lo desnuden de hache.
La gran interrogante que acompaña al público al terminar la película es ¿qué ha cambiado esencialmente en estos 500 años? En ese sentido, También la lluvia merecería ser discutida en todos los colegios secundarios desde Tijuana hasta Ushuaia... y por qué no de Irún hasta Gran Canaria.
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