jueves, 27 de febrero de 2014

CALI EN ADJETIVOS

36 HORAS EN LA SUCURSAL DEL CIELO

Culpables – Los cafeteros que bloquean la carretera que une Medellín con Armenia. Yo no pensaba volver a tomar un avión en tierras colombianas, pero tengo que cambiar de opinión y comprar el tiquete más barato que encuentre de Rionegro a Cali en una dudosa página web escandinava.

Húmedo – Nada más salir del aeropuerto, se ven las huellas del aguacero de verano que acaba de derramarse sobre Santiago de Cali y alrededores. Todo está mojado, el aire huele a lluvia. Ya es medianoche y por una falta de atención mía, reservé el último vuelo de la jornada... ¿o tal vez porque ansiaba secretamente descubrir más misterios de Medellín de la mano del paisa Andrés Felipe?

Confortable – El Hotel Stein que alberga a mi itinerante humanidad durante dos brevísimas noches caleñas: la primera, por mi tardía llegada del aeropuerto; la segunda, porque conozco a un guía de lujo.

Enternecedor – El taxista Juan Carlos, que me lleva hasta el Cristo Rey a pesar de la escasa visibilidad de aquel martes de julio. Una vez a los pies de la estatua, vemos a una familia colombo-alemana entre el escaso público turístico que llega hasta las alturas del mirador. Intrigado por los sonidos guturales de la lengua germana, me pregunta con sus ojos verdes muy abiertos ¿España y Alemania son la misma cosa? No, Juan Carlos, qué va, ambas están en Europa pero son países distintos con idiomas distintos y gente distinta. Me mira escéptico pero agradecido, volvemos al taxi y seguimos paseando por la brumosa Sucursal del Cielo.

Escasos – Los vestigios de la época colonial como la iglesia y convento de La Merced. Muy cerca de allí descubro una casona con un hermoso patio y fuente. Es la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia y las valientes señoras ofrecen almuerzos deliciosos que no dudo un segundo en degustar.

Amenazante – El puñal con el que un jardinero ataca a otro muchacho en un descanso de los trabajos para convertir la margen derecha del río Cali en el Bulevar del Río. Se trata de los preparativos finales para los Juegos Mundiales a celebrarse en la capital vallecaucana en julio del 2013. El atacado es muy ágil y cruza la avenida antes de que el blanco metal pueda hincarse en su piel morena. Aparto la vista del combate y aprieto el paso para regresar rápido a mi hotel.

Refrescante – El jugo de sandía degustado al borde de la piscinita del Hotel Stein. Sentadas a la mesa del costado, una alemana cuarentona entretiene a la muchachita caleña que está a punto de adoptar, tarea nada fácil en vista de que ninguna de las dos habla el idioma de la otra. Pero la decisión está tomada.

Científico – El chat de ligoteo con un tal Ernesto que resulta ser estudiante de medicina y me pregunta de entrada por mis problemas de pigmentación. Que a su padre le pasa lo mismo y solo espera el momento oportuno para viajar con él a Cuba donde según dice lo pueden curar. Le digo que eso es puro cuento, que a los isleños no les creo nada. El chat terminará sin haber fomentado ningún tipo de turgencia en los tejidos cavernosos.

Nocturno – El paseo con Fabián, que tiene la gentileza de buscarme en el Stein para luego recorrer el pintoresco barrio de San Antonio con sus callecitas empinadas, casonas antiguas, bares bohemios y parques rebosantes de cannabinol donde por un muy módico precio te compras tu baretico take-away. Con dicho equipo en el bolsillo, seguimos hacia el Museo La Tertulia, compartimos el baretico en el tope del anfiteatro y saludamos eufóricos y risueños a las Gatas del Río – dieciséis representaciones artísticas sobre un mismo molde, dieciséis simpáticas mininas que compiten por el amor del Gato del Río, escultura de Hernando Tejada.

Romántico – El patio interior de la galería de arte antigua contemporánea con sus jardines zen, muebles estilo balinés, budas sentados, pétalos flotantes...un oasis en medio del calor de la Sultana del Valle.

Eterno – El trayecto desde la Terminal de Autobuses hasta que termina la Sucursal del Cielo y la buseta zigzaguea en dirección a Popayán, Cauca. Tendremos una avería del vehículo en la ruta y salvación espontánea gracias a la amabilidad de otro conductor de la misma empresa y la agilidad de los 4 primeros pasajeros que nos trepamos al carro salvador antes de que se detuviera del todo.