miércoles, 13 de julio de 2011

CÓMETE ESOS PEPINOS

Hace un par de semanas, una diligente secretaria de salud alemana; la rubicunda Cornelia Prüfer-Storcks, comentaba ante la prensa que la creciente epidemia de la bacteria e-coli podría haber sido causada por pepinos españoles regados con aguas contaminadas. ¡Nótese el condicional „podría“!

Las consecuencias fueron devastadoras: según el sindicato español UGT, la disminución de la actividad agrícola en el sur del país ha afectado a unos 47.000 trabajadores del sector. En toda Europa; el verde pepino fue eliminado de las listas de compras y miles de toneladas del producto echadas a la basura. No solo en la ibérica presunta madre del cordero, también en el otro extremo del continente los comerciantes rumanos, por precaución, decidieron sacar del mercado toda la producción de este inocente vegetal acusado de un crimen que no cometió.

Días después, los medios propalaban los mea culpa de las autoridades sanitarias europeas, la consejera de agricultura de Andalucía mostraba su orgullo herido comiendo pepinos mediáticamente frente a cámaras de televisión y los granjeros perjudicados querían declararle la guerra a Alemania donde seguía cundiendo la incertidumbre al verificarse en los últimos estudios que el pepino NO era el trasmisor de tan peligrosos elementos que ya causaron la muerte de más de 40 personas. Los siguientes sospechosos fueron los brotes de soya de una factoría del norte de Alemania.

Según Mirjana Tomic, periodista y escritora serbia universal que viaja por el mundo con tres pasaportes, las atolondradas reacciones de los medios de prensa y consumidores en los mercados responden a dos simples estereotipos:

Si una profesional alemana dice ante la prensa que tal vegetal puede ser el causante de la epidemia, sin mayores cuestionamientos TODO el mundo le cree. Al fin y al cabo, los alemanes tienen fama de ser gente muy correcta y precisa en sus apreciaciones. Doña Cornelia ni siquiera dijo que tenía la certeza, sino que los pepinos andaluces „podrían“ ser los causantes del brote de e-coli y ya estaban las pobres cucurbitáceas arrimadas frente al paredón de fusilamiento.

El estereotipo inverso afecta a los españoles, pródigos en muchas virtudes entre las que ciertamente no se cuenta la pulcritud. Significa que si Cornelia que es alemana dice que los pepinos españoles son cochinos, pues le creemos a Cornelia y tiramos al tacho los inofensivos vegetales andaluces, muy a pesar de los bien intencionados esfuerzos mediáticos de la consejera de agricultura comiendo pepinos.

Muy lamentable resulta el hecho de que las autoridades sanitarias no hayan aprovechado la ocasión para ilustrar al público que las e-coli pueden encontrarse en cualquier alimento que no haya sido hervido, no solo en pepinos, tomates, lechugas o brotes de soya.

Lo mismo vale para la industrialización de la producción de alimentos: la crisis del e-coli ha puesto en evidencia que por ejemplo los cajones de lechuga viajan junto con vacas en un mismo camión. O que numerosas personas que trabajan en la cosecha viven en condiciones tan precarias que ni siquiera cuentan con instalaciones sanitarias adecuadas, lo que explica que sus excrementos entren en contacto con los alimentos producidos – ya sea en granjas asiáticas o plantaciones de pepinos andaluzas.

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