La
atenta Señora Yvonne tiene la culpa: ella puso en mis manos
el volumen de relatos Quisiera
que alguien me esperara en algún lugar
de la encantadora Anna Gavalda (Île de France, 1970). Como en tantos
otros casos,
ignorante de mí, lo acepté sin mucho entusiasmo, pensando qué
cuentos franchutes serán los de esta ñorsa cuyo apellido suena más
bien italiano, corso o de la Provenza. ¿Y si de repente es de las
que usa un lenguaje tan coloquial que después no me entero de nada?
En fin, era una práctica edición de bolsillo y, por respeto a Doña
Yvonne, le aseguré que lo iba a leer.
Sigue
una caprichosa selección de lo que Anna me contó y la impresión
que me dejó:
Primer
relato: una chica va caminando por el bulevar – intercambio de
miradas con un tipo guapo – cruce de palabras – invitación a
cenar. ¿Suena banal? El encanto de Anna está en los detalles
sutiles: el bulevar es ciertamente el de St. Germain y la narradora
se burla de sí misma por el cliché de empezar su historia en un
lugar tan, pero tan trillado literariamente. ¡Punto para Anna! Amén
del inesperado desenlace del incipiente romance. Moraleja: mucho
cuidado con el (ab-)uso de los teléfonos celulares en una primera
cita amorosa.
Quinto
relato: la voz en primera persona me hace sospechar que quien narra
la historia es un hombre... que por lo visto se ha acostado con
innumerables mujeres. Claro, es una estrella de la música y siempre
ha sabido apreciar la paciencia de sus groupies.
Hasta que conoce a una joven fotógrafa y esta, mostrándole el
resultado de varios días de seguimiento durante una gira de
conciertos, le da a entender que le interesa tan solo una parte de su
cuerpo que él ni remotamente sospecha.
Séptimo
relato: de nuevo nos damos con un narrador masculino que
evidentemente se encuentra en un estado de gravísima alteración
psíquica. Poco a poco el lector se va enterando de que el tipo es un
comercial que pasa la vida en la carretera y una mañana de neblina –
sin siquiera darse cuenta – ha causado un accidente terrible con
una decena de víctimas mortales. ¡¡¡Y recién se entera de esto
viendo el noticiero de la noche!!! La pregunta es: ¿qué decisión
tomará con su conciencia atormentada?
Octavo
relato: una esforzada veterinaria rural logra desempeñarse
exitosamente en un medio bastante rústico donde nadie esperaría
encontrarse con una fémina. Todo empieza con una sustitución y
prosigue de lo mejor... hasta aquella llamada nocturna de emergencia
a una granja donde unos villanos – nunca mejor empleado el término
– le tienden una trampa infame. Recuperada del trauma, la
quirúrgica venganza de la doctora pondrá los pelos de punta al
lector.
Noveno
relato: dos niñatos trepadores quieren ir a la fiesta de una familia
aristocrática en el campo y no hallan mejor recurso que tomar
prestado
el intocable Jaguar del padre ausente. El evento termina sin
conquistas dignas de destacar, pero en el camino de regreso se les
atraviesa un jabalí que probablemente también vuelve de una fiesta
silvestre... y el Jaguar nunca volverá a rugir como antes.
Undécimo
relato: un contador treintañero vive enamorado de una colega del
trabajo pero no se atreve a hablarle. ¡Qué fijación la de Anna en
meterse en la piel de tipos y contar la historia desde sus ojos,
incluyendo erecciones cada vez que la dulcinea pisa la oficina del
contable! El chico comparte piso con sus dos hermanas que más
distintas no podrían ser: artista bohemia la mayor, esforzada
estudiante de medicina la más joven. Un buen día, pensando en su
amor platónico, compra una pieza de lencería que, al ser
descubierta por sus hermanas, desencadena la mudanza del contador a
otra casa. ¿Quién ayudará al circunspecto muchacho a celebrar la
inauguración de su nuevo habitáculo?
Anna,
qué mejor piropo te puedo decir, como compañero de armas, que me encantaría
escribir como tú, con esa capacidad total de ser una persona de otro
género y otra edad, de describir detalles y situaciones
calamitosamente normales pero que, gracias a la picardía de tu
pluma, se convierten en deliciosas miniaturas.
¡Gracias,
Yvonne!
Hola Sergio:
ResponderBorrarUn placer revisar de cuando en cuando tu bitácora. Me agradan sobre todo las sorpresas y tu forma tan particular de atacar los temas tan disímiles que te ha deparado y va deparando la vida. Como a todos, claro. Pero tú les pones tu propia sal y pimienta.
Saludos desde Colonia
HjV
PD: Revisa tus emilios. Los facinerosos han conseguido colarse y suplantarte.
Mi estimado HjV:
BorrarMuchas gracias por hacerte presente y también por avisar del hackeo infame de mi emilio.
Arriba Colonia!