miércoles, 27 de febrero de 2013

ÉL Y YO (4a. PARTE)



Aparte de una visita relámpago a tu casa de la colina de la que solo me queda el recuerdo de una deliciosa lasagna, hecha en casa, por supuesto, nuestro siguiente encuentro memorable tuvo lugar en las navidades limeñas de 1991. Cuando llegué, la colorada y tú acababan de obsequiarse un señor paseo de la mano de nuestro hermano que en ese entonces las malas lenguas llamaban muchacho inquieto. ¡Qué rica vuelta se dieron con Raúl! Por toda la costa norte hasta la frontera ecuatoriana y de yapa un recorrido completo al Callejón de Huaylas.


No coincidimos muchos días, uds. se regresaban entre navidad y año nuevo, yo, en cambio, me quedaba hasta fines de enero. Pero fueron semanas muy intensas dada la profusión de sobrinos de corta edad que poblaban el solar familiar. Nuestros hermanos con hijos consideraron oportuno que los tres hermanos menores sin prole nos dedicásemos a entretener y sacar a pasear a la muchachada para tomar helados, pasear por el parque etc., nos apodaron los tíos pedagogos y la consigna general era vayan, chicos, con sus tíos pedagogos... que de pedagogos no teníamos nada, aparte de ti, que en Italia efectivamente habías asistido a muchachos discapacitados y con síndrome de Down.


Raúl, decano de los tíos pedagogos en ese momento, no imaginaba siquiera que en menos de 18 meses se convertiría también en padre de familia, con lo cual pasaríamos a un empate perfecto y simétrico: cuatro hermanos con progenie y cuatro sin, las dos chicas mayores y los dos chicos menores.


Y por diversos encuentros y desencuentros, tú y yo pasamos más de diez años sin vernos. En la semana santa del 95 estaba todo listo para una visita tuya a Alemania con la colorada, el carro cargado hasta el techo de productos artigianali de la región, esos que sabías que nos encantaban. Pero no conté con que ese fin de semana largo era justamente el único que teníamos libre antes de los exámenes finales que estábamos por pasar con Beatrix. El problema de fondo iba más lejos: yo te había confirmado la visita sin consultarlo con mi mitad mejor... y cuando se lo dije, fue tajante en el sentido de que no podíamos recibir visita en esas fechas tan próximas a las pruebas.

Deseé que me tragase la tierra. No podía desacatar a mi pareja pero tampoco quería hacerles una brutta figura a uds. que ya tenían todo listo y seguramente tomarían mal una desinvitación tan repentina. Finalmente, me armé de coraje, te llamé, te expliqué la situación añadiendo una gripe con fiebre a todo el cuadro goyesco y la visita se postergó por siete largos años. Pero bien que lo recuperamos, ¿verdad?

A mitad de aquel camino, tuvimos un intenso intercambio epistolar, aprovechando la novedad de los correos electrónicos. Ciertamente que la novedad se refiere a nosotros, los más avezados ya utilizaban la nueva tecnología desde los primeros noventa. Recordando tus antiguos testamentos a nuestros viejos, sentí la imperiosa necesidad de presentarte un catálogo detallado de quejas acerca de tu comportamiento hacia mí, que iba desde los ataques de gas tóxico de la infancia hasta los frecuentes comentarios sarcásticos en cartas familiares o llamadas telefónicas pasando por los versitos de Guido d'Arezzo. Con tus respuestas sinceras y mis repreguntas insistentes, consolidamos un diálogo marcado por la apertura y respeto mutuo.


¡Qué aventura la del 2005, cuando nos reunimos para acompañar al viejo en su viaje final! Tú no te separaste un instante de él. Viniste sin la colorada para evitar conflictos etruscos y obvporque la ocasión no era como para hacer turismo. ¡Cuántas animadas ruedas de tragos nos echamos en esas tres semanas rodeando la cama del moribundo! Por supuesto que no pudo faltar la ominosa pata de pavo en la conversación. Pero también muchos recuerdos gratos de nuestros años comunes. Cuando le preguntaste si nunca se había arrepentido de tener tanto hijo, iamente te contestó pícaro: los habría ahorcado a todos. ¡Y qué ineficientes que resultamos como despenadores, a la hora de atender la petición del viejo para que lo ayudáramos a acelerar su partida! Ojalá nos toquen colaboradores más eficaces cuando nos llegue el momento, brother.

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