martes, 29 de enero de 2013

¡DESTRÁNCATE, MARCELO!

Ha pasado casi un año desde nuestra última cita. Quedamos en ir a la cinemateca a ver una simpática película cubana, Personal belongings. En la antesala del cine, se me escapa un comentario de aquellos que te hace poner los pelos de punta: acabo de cumplir 24 años en tierras germanas. Para ti, eso implica obviamente que sustrayendo tan solo unas pocas cifras obtienes el equivalente a tu caso, pues llegaste a la Selva Negra tres años después que yo... y los que te conocemos sabemos que detestas cualquier alusión a temas temporales ya sea edades, años en el extranjero etc. Inexplicable alergia en una persona que ha demostrado un espíritu de lucha digno del mejor gladiador romano y que tiene más de un motivo para sentirse orgulloso de sus logros en tierras lejanas.

Tu reacción no se hizo esperar, pusiste una cara de pocos amigos y soltaste dos reniegos. ¡Ya supera por fin! espeté, cansado de tus remilgos temporales. Para qué dije eso. Dejaste de dirigirme la palabra y al terminar la película abandonaste la sala durante los créditos finales. Robert y yo pensamos que habrías ido al baño y volverías pero desapareciste de nuestras vidas después de diecisiete años de amistad con hartos momentos compartidos, saltos de liebre, fiestas, Colonia, sonrisas, complicidad, Barcelona, Berlín, Emilio, Johnny, los hermanitos Caravaggio, solidaridad de ti hacia mí, de mí hacia ti, sonrisas lingüísticas, chácharas, natación en el Flückiger, en el Rin, en la playa de Sitges, intercambios de YouTube, tantos piscos sour y chelas con sprite.

Cuando, varios meses más tarde, te envié conciliadores saludos cumpleañeros, respondiste con el encanto de una piedra pómez. Esos diecisiete años se habían reducido en tu cabeza a la publicación de un librito adefesiero donde inventé un personaje a imagen y semejanza tuya, probablemente con demasiada semejanza. Nunca te quejaste abiertamente ni manifestaste todo el resentimiento que sentías al ver a ese alter ego literario pero, conociéndote, está claro que herí irreparablemente tu más sensible talón de Aquiles: el alto sentido de la privacidad e intimidad.

Te dije que me parecía simplón reducir casi dos décadas a diez páginas leídas por algo menos de cuatro gatos, pero tus oídos permanecieron cerrados. Otro detalle llamativo es que de repente desenvainaras la espada de la solidaridad con Orson, un viejo admirador tuyo y víctima de mis ambiciones literarias, cuando nunca jamás te referiste a él más que para hacer burla de sus cualidades histriónicas.

Incluso diste muestras de una paramnesia galopante atribuyéndome rasgos típicos de otros latinos de los que tantas veces nos reímos juntos, como las consabidas preguntitas de trasfondo socioeconómico: de qué barrio eres, a qué colegio fuiste etc. ¡No, Marcelo! Yo no era el que preguntaba eso, sino los otros... y tú y yo nos reíamos de ellos porque mientras más huachafitos, más preguntones.

¿En qué andas ahora, cabro chico? ¿Sabes que casi todas las semanas hay alguna cosa que pasa, veo, pienso o leo que me hace recordarte? ¿Te ocurre lo mismo? Ojalá que no. Espero que hayas encontrado nuevas amistades con las cuales salgas a tomar algo, se inviten mutuamente a comer lentejas y chismorreen sobre conocidos comunes...sin demasiada indiscreción por supuesto. Nada de publicaciones dudosas.

Desde este foro invisible, te pido que aceptes mis públicas disculpas por la vampirización de tu vida privada. Pero tranquilo, Bobby, tranquilo, no me han leído más de cuatro gatos así que tampoco es que todo el mundo hispano esté familiarizándose con tus trancas, que ciertamente podrías empezar a procesar. Te lo digo yo que fui tu amigo durante diecisiete años.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario