viernes, 18 de febrero de 2011

LA EDUCACIÓN DE CHIU A CHA

Vuelvo a CHIUchín después de veinte años de no haber estado en la serranía de Huacho. Los dieciocho kilómetros de trocha infame que suben desde el puente Tingo hasta el pueblo están fatales y eso que recién comienza la temporada de lluvias.

Espectaculares paisajes andinos y revitalizantes aguas termales recompensan al viajero que sobrevive las sacudidas de la ruta y está dispuesto a renunciar a cierta comodidad a cambio del cielo más azul del mundo y mucho aire puro. Entre montañas altísimas se contornea el valle del río Checras. Es la primera vez que lo veo en época de lluvias y casi no reconozco el torrente caudaloso que debe de estar al doble de su volumen en verano.

En los campos se siembra, como siempre, maíz, papas, cebollas y otras hortalizas pero me sorprende ver numerosas plantaciones de melocotón. Se diría que es el cultivo de moda. Por todos lados crecen esbeltos eucaliptos y robustos molles centenarios.

La caminata que nos toca hacer hoy comienza en la plaza de Chiuchín. Atravesamos el pueblo hasta el puente que lleva a los baños termales de Huancachín, pero nos desviamos antes de las piscinas para subir el cerro y tomar el camino de herradura a Huancahuasi. Según la gente de la zona, se puede hacer en una hora. Yo les explico que gallinazo no canta en puna y que mejor dupliquen – por lo menos – el tiempo estimado. Al final del sendero nos espera una deliciosa piscina con vista espectacular a las montañas y el valle.

No faltan en cada pueblo grupos de hombres de diferentes edades en torno a una botella de chicha o ron. La ominosa conjunción de falta de empleo y abuso de alcohol. En cambio, me alegra ver que varios colegios lucen renovados, al fin y al cabo el 29.1% de la población peruana está entre los 0 y 14 años edad. Observo esos ramilletes de chicos y chicas y me pregunto qué será de estos niños cuando sean grandes. ¿Tendrán buenas perspectivas aquí en la sierra o migrarán como tantos a las ciudades de la costa en busca de mejores oportunidades? Es lamentable constatar que el estado peruano, a pesar de los crecientes recursos con que cuenta, invierte tan solo 2.7% del PBI en educación.


Vuelvo a CHA de Pedras después de un año de no haber estado en la isla de Santo Antao, Cabo Verde. Los cinco kilómetros de trocha infame que suben de Coculí hasta el pueblo están fatales, como cada vez que termina la temporada de lluvias.

Paisajes espectaculares de este fértil valle recompensan al viajero que sobrevive las sacudidas de la ruta y está dispuesto a trepar cerros y caminar al borde de precipicios de vértigo. Entre montañas que parecen cortadas con los dientes de un T-Rex, se contornea el valle formado por la ribeira de Cha de Pedras. Cuesta imaginarse que este cauce pedregoso, que de momento no tiene nada de agua, se convierte una vez al año en un torrente que arrasa a su paso con todo lo que se le pone por delante, carreteras incluidas.

En las laderas no hay un metro cuadrado que no esté aprovechado para cultivar maíz, frejol y caña de azúcar; los primeros para comer, la última para fabricar grog, el aguardiente local. Por todos lados crecen frondosas higueras y almendros africanos, mangos y árboles de pan.

La caminata que nos toca hacer hoy comienza en Cha de Pedras, pasa por Joao Afonso y termina en Coculí. A lo largo de la ruta, grupos de hombres de todas las edades reunidos en torno a una botella de grog. Aquí también: el ominoso binomio formado por un alto nivel de desocupación y abuso de alcohol.

Veo con gusto que han renovado la escuela primaria que como siempre está repleta de pequeñas y pequeños. Se nota que la población del archipiélago entre los 0 y 14 años hace 35.2% del total, otra típica pirámide de base ancha.

Me pregunto qué será de ellos más adelante. Aparte del buen clima, el mar, el sol, un poco de pesca y agricultura, estas islas carecen totalmente de recursos naturales, lo que lleva a que tengan que importar más del 80% de los bienes de consumo. Y a que la población en la diáspora duplique a la que reside en las islas. ¿Tendrán que buscarse un mejor porvenir fuera de su tierra estos niños también? Ojalá que no.

Por lo pronto, a pesar de contar con muchísimos menos recursos que el Perú, el estado de Cabo Verde invierte 5.7% de su PBI en educación, proporcionalmente más del doble que nosotros. Nada mal para un país con apenas 35 años de vida independiente. Otros tienen casi doscientos años y aun no le dan a la educación la relevancia que merece.

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