Pasé
mi primera nochebuena alemana en un pueblo remoto de la Schwäbische
Alb,
donde la matriarca encerraba a todos en el vestíbulo y recién los
dejaba entrar al salón cuando entonaba Ihr
Kinderlein kommet, oh kommet doch all.
La familia anfitriona era bastante religiosa y fueron las fiestas
navideñas más católicas que he celebrado en mi vida, leyendo el
nacimiento de Jesús en los evangelios, cantando villancicos
alemanes... Y ciertamente cenando maravillas tanto saladas como
dulces, que hasta el momento era la única cosa en común con las
fiestas de casa. Por supuesto que ese año no nevó. Sacando las
cuentas, de veinte navidades germanas tan solo recuerdo una
verdaderamente blanca.
Mi
segunda navidad alemana la pasé en la ciudad de Friburgo. Alemania
acababa de reunificarse y yo me estaba comenzando a arrejuntar con
Beatrix, una chica lista, de muy buen ver y relaciones familiares
algo complicadas: padres divorciados que no mantenían contacto
alguno entre ellos y vivían con sus nuevas parejas. Para efectos
prácticos significaba que la cena de nochebuena tocaba con la madre
y su marido, el almuerzo de navidad con el padre, su mujer y el hijo
de ambos.
En
casa de la madre, serían las siete de la noche cuando nos recibieron
con un aperitivo y acto seguido se procedió a la Bescherung,
el intercambio de regalos. Primer choque cultural: ¿intercambio de
regalos antes de las doce? ¡Inaudito! Si todavía no ha nacido el
cumpleañero ¿cómo se van a entregar los regalos?
Luego
una cena deliciosa y a golpe de nueve y media ya estábamos de vuelta
en casa. ¿Esa fue la nochebuena? Me quedé bastante decepcionado, ni
brindis a medianoche ni pesebre sin niñojesús hasta las doce
campanadas. De pequeños, mi madre nos mandaba a dormir la siesta
para poder resistir hasta la medianoche o más si nos provocaba.
Nunca pensé que todo podría acabar mucho más pronto.
Volvimos
a casa y no había pasado ni media hora cuando nos llamó una de las
amigas de Beatrix, que fuéramos al bar tal y tal en el centro a
tomar algo que allí estarían todos. ¿Todos? Sí. Después de la
Bescherung anticipada y la nochebuena familiar absuelta en dos horas,
esto es lo que me faltaba. ¡Salir de bares! Seguramente habrá
cuatro gatos, pensé, si es no-che-bue-na. ¡Qué va! Fuimos al bar
de moda y efectivamente estaba repleto. ¿Pero será que no tienen
familia? Pasé el resto de la noche preguntándome qué andaba mal
con Alemania para la gente necesitar ir al bar en nochebuena.
Para colmo de males: todavía no existían las leyes de protección
para no fumadores y volvimos a casa apestando a cigarro. El año que
viene me voy a mi tierra a celebrar la navidad como dios manda. Nada
de Bescherungen anticipadas ni bares hediondos.
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