martes, 30 de octubre de 2012

NOCHES BUENAS

Pasé mi primera nochebuena alemana en un pueblo remoto de la Schwäbische Alb, donde la matriarca encerraba a todos en el vestíbulo y recién los dejaba entrar al salón cuando entonaba Ihr Kinderlein kommet, oh kommet doch all. La familia anfitriona era bastante religiosa y fueron las fiestas navideñas más católicas que he celebrado en mi vida, leyendo el nacimiento de Jesús en los evangelios, cantando villancicos alemanes... Y ciertamente cenando maravillas tanto saladas como dulces, que hasta el momento era la única cosa en común con las fiestas de casa. Por supuesto que ese año no nevó. Sacando las cuentas, de veinte navidades germanas tan solo recuerdo una verdaderamente blanca.

Mi segunda navidad alemana la pasé en la ciudad de Friburgo. Alemania acababa de reunificarse y yo me estaba comenzando a arrejuntar con Beatrix, una chica lista, de muy buen ver y relaciones familiares algo complicadas: padres divorciados que no mantenían contacto alguno entre ellos y vivían con sus nuevas parejas. Para efectos prácticos significaba que la cena de nochebuena tocaba con la madre y su marido, el almuerzo de navidad con el padre, su mujer y el hijo de ambos.

En casa de la madre, serían las siete de la noche cuando nos recibieron con un aperitivo y acto seguido se procedió a la Bescherung, el intercambio de regalos. Primer choque cultural: ¿intercambio de regalos antes de las doce? ¡Inaudito! Si todavía no ha nacido el cumpleañero ¿cómo se van a entregar los regalos?

Luego una cena deliciosa y a golpe de nueve y media ya estábamos de vuelta en casa. ¿Esa fue la nochebuena? Me quedé bastante decepcionado, ni brindis a medianoche ni pesebre sin niñojesús hasta las doce campanadas. De pequeños, mi madre nos mandaba a dormir la siesta para poder resistir hasta la medianoche o más si nos provocaba. Nunca pensé que todo podría acabar mucho más pronto.

Volvimos a casa y no había pasado ni media hora cuando nos llamó una de las amigas de Beatrix, que fuéramos al bar tal y tal en el centro a tomar algo que allí estarían todos. ¿Todos? Sí. Después de la Bescherung anticipada y la nochebuena familiar absuelta en dos horas, esto es lo que me faltaba. ¡Salir de bares! Seguramente habrá cuatro gatos, pensé, si es no-che-bue-na. ¡Qué va! Fuimos al bar de moda y efectivamente estaba repleto. ¿Pero será que no tienen familia? Pasé el resto de la noche preguntándome qué andaba mal con Alemania para la gente necesitar ir al bar en nochebuena.

Para colmo de males: todavía no existían las leyes de protección para no fumadores y volvimos a casa apestando a cigarro. El año que viene me voy a mi tierra a celebrar la navidad como dios manda. Nada de Bescherungen anticipadas ni bares hediondos.

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